*Texto leído en la presentación de After Requiem realizado
el 21 de julio en el Centro Culturald e España en Lima.
«Ningún cielo extranjero me protegía,
ningún ala extraña escudaba mi rostro,
me erigí como testigo de un destino común,
superviviente de ese tiempo, de ese lugar».
Requiem, Anna Ajmátova
Proveniente del latín, el término «réquiem» deriva de un fragmento de la liturgia católica correspondiente a la Misa de los Difuntos; sin embargo, por extensión pasó luego a usarse para nombrar a aquellas obras musicales compuestas para dicha ceremonia convirtiéndose en una de las formas más importantes y solemnes de la música sacra occidental, siendo la más conocida aquella que compusiera Wolfgang Amadeus Mozart en el año 1791, poco antes de morir. En la literatura, la poeta rusa Anna Ajmátova, con cuyos versos inicié esta lectura, comenzó en 1935 la escritura de su poema lírico Réquiem, un profundo lamento en el que expresó tanto el dolor personal como el dolor colectivo de un pueblo que sufría a causa de la muerte de sus seres más amados. El término ha llegado a nuestros días trayendo en sus letras una fuerte carga emotiva que ha calado en la cultura popular y ha sido adoptado por diversas manifestaciones artísticas para hacer alusión al dolor e incomprensión ante la muerte y despedir con solemnidad a los caídos y a todo aquello que se ha quedado en el camino, imposibilitado de ser, tal como en la pieza cinematográfica Réquiem for a dream de Darren Aronofsky, en donde son precisamente los sueños los que irremediablemente se han perdido.
Valga esta introducción para compartir mi acercamiento personal al libro que esta noche nos convoca, After Réquiem, del escritor peruano Paul Montjoy, quien ha construido por medio de un lenguaje sensible y sencillo, un yo poético que recuerda, añora y reflexiona. Un ser al que aun el espejo le devuelve su reflejo y cuya soledad es equiparable solo con el vacío que siente quien retorna a casa luego de haberse dejado el corazón en un entierro. En el texto que da título al libro, el yo poético nombra a su abuela “para siempre muerta” luego de haber recorrido con los ojos de la memoria un espacio antiguamente habitado, algo que también sucede con el poema «Recuerdo de la casa antigua» en donde la enumeración o evocación de los espacios cotidianos no es arbitraria. En el ensayo filosófico «Poética de los espacios», el autor francés Gastón Bachelard sostiene que cada espacio geográfico tiene su propio carácter capaz de influir en nuestros pensamientos y emociones. Sin embargo, Montjoy no solo hace uso de ciertos elementos arquitectónicos de la casa como las ventanas, los pasillos, el comedor, la mesa-para-siempre-vacía; o del exterior como los jardines o puentes para construir la atmósfera del libro, sino que además, como sucede en el poema «de cuando el cuerpo yace», experimenta con la disposición de las palabras en el espacio geográfico de la hoja que las contiene; aquí las palabras escalonadas, la repetición, las mayúsculas, el juego del poema capicúa que se lee en reversa a modo de quien recoge sus pasos, y las oraciones verticales para graficar imágenes como:
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van a hacer su parte a la hora de transmitir al lector ciertas sensaciones y emociones.
Entre las diversas referencias familiares, es la presencia de la abuela la que resulta particularmente importante, no solo en el poema «After Requiem» ya citado, sino también en su poema espejo «Requiem After» y más adelante en un breve texto que nos dice:
«Las abuelas son injustas
Se vuelven indispensables
Abrazan sin importar las espinas
Y se mueren de pronto».
La abuela es la herida madre y se convierte -según mi lectura- en una presencia clave para entender la semilla del libro, toda vez que la experiencia de muerte de un ser tan cercano se distingue de cualquier otro tipo de experiencia dolorosa, su proximidad nos arroja del papel de simple espectador para tocarnos directamente, aquí no solo nos duele el ser que perdimos, sino nosotros mismos, porque nuestra muerte también se hace tangible y el futuro es cada vez más incierto, imprevisible. El yo poético debe pues hacerse cargo del duelo y luego girar su rostro en derredor para volver a su condición de observador en el espectáculo de la fragilidad humana, tal como nos muestran los breves poemas de las secciones Tape A y Tape B, en donde nos hace testigos de una serie de historias con devastadores finales:
«SEA EL NIÑO carpintero o poeta
albañil, músico o político
cualquier género o sexo
será alimento de gusano»
Desesperanza o lucidez, esto nos recuerda un terreno conocido, uno en el que somos masivamente conscientes de la vulnerabilidad del cuerpo y del tiempo que transcurre sin remedio. Ante ello, el poeta se pregunta «¿qué mierda hacemos con el tiempo? Mira las paredes desnudas, los labios que nunca besaste. Las veces que perdiste una oportunidad». A cuatro años de la declaración de emergencia y una pandemia que provocó uno de los periodos más dolorosos de nuestra época, el conteo de los daños aun es inexacto. Si bien la crisis inmediata ha finalizado, en esta nueva normalidad nada es normal: muchos sufrimos pérdidas inimaginables y de manera simultánea en diversos rincones del mundo el fuego ha ardido desatando por doquier los fantasmas más temidos: la soledad, la frustración, la muerte.
¿Cómo enfrentamos este duelo? ¿Qué pasa después de despedir a nuestros muertos? Según la psiquiatra estadounidense Elisabeth Kübler-Ross son cinco las etapas que experimentamos luego de una pérdida. Luego de la crisis, la negación, la depresión, llega finalmente la aceptación que antecede a la restauración del espíritu. Los poemas de After Requiem parecieran transitar diversas etapas de este proceso. Una actitud de profunda reflexión, aunque aún impregnada de nostalgia, nos exhorta a un mejor aprovechamiento del tiempo, a la defensa impostergable de los afectos, a la incansable lucha por nuestra libertad, identidad y memoria, a la construcción de los mejores recuerdos que amortigüen la caída, para cuando nos toque transitar por la cuerda, la inevitable cuerda, por donde se despeñan todos los sueños.
Úrsula Alvarado Noblecilla
Breña, julio de 2024
Paul Montjoy Forti (Foto: Poesía en la ciudad)
Paul Montjoy Forti, es escritor y abogado egresado de la facultad de derecho de la Universidad de Piura. Estudió una maestría en literatura hispánica en la Universidad de Oklahoma. Actualmente estudia el Ph.D. in Latin American, Iberian, and Luso-Afro-Brazilian Literatures and Cultures (LAILAB) en la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey, Estados Unidos. Ha publicado la novela "En la última noche yo te amé" (Grupo Editorial Caja Negra, 2020) y los poemarios "Quijotes ultramarinos" (Caramanduca Editores, 2016), "Los monstruos frente al espejo" (Grupo Editorial Caja Negra, 2022) y "After Requiem" (Valparaiso Ediciones, 2024).
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