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Retomo los hilos de mi enmarañada cabellera. Sobre «Bordando quilcas» de Carolina O. Fernández*

*Texto leído en la presentación de Bordando quilcas realizado

el 07 de diciembre en la Feria del Libro Ricardo Palma

Por: Úrsula Alvarado


Mi primer acercamiento a Bordando Quilcas (Hipatia Ediciones, 2023) fue a través de la lectura de Rumikuna del mar, un adelanto publicado el año 2021 por la editorial Hanan Harawi en un bello formato artesanal. Dos años después, hace algunos meses, me sumergí con fascinación en la lectura de Bordando quilcas, este corpus mayor en donde se inscribe Rumikuna del mar que aparece ahora como un capítulo al que le siguen Qantu, Khuyay y Sirk´akuna.


En este segundo acercamiento, mi lectura inició mucho antes de abrir el libro; ya que tanto el título como la bella ilustración de la portada fueron paratextos claves para redondear mi percepción sobre la propuesta poética que la autora nos presenta. En estos elementos (título y portada) la tecnología del tejido cobra un relevante protagonismo, para retomarse -aunque muy sutilmente- en algunos poemas del libro. Cito:


Un antiguo velero cruza el Atlántico

Allí van la bella Cahuillaca y su wawa

con deslumbrante aksu.

 

Considero que, en Bordando quilcas, la presencia de terminología asociada al tejido no es un mero artificio. Las diversas actividades que se desprenden de la industria textil: tejer, coser, hilar o bordar no solo han sido tradicionalmente relacionadas a la mujer, sino que han constituido actividades de importancia relevante. En muchas civilizaciones antiguas fueron las mujeres las principales tejedoras, dominando técnicas valiosas y produciendo prendas de gran belleza, pero sobre todo ricas en simbología y capaces de contener mucha información. En la mitología grecorromana, las moiras (o parcas) eran diosas tejedoras que tenían en sus manos el destino de los hombres representados por hilos que podían ser cortados. En el Perú antiguo, el tejido se articulaba como una especie de lenguaje ancestral basado en el mito de Mama Ocllo, quien habría enseñado a las mujeres el arte de unir los hilos prodigándoles un soporte de memoria. Mitos como estos, quizá sean la razón del porqué tanto el hilo como el tejido han sido usados repetidamente como metáforas de vida y memoria. En el Perú contemporáneo, el telar de cintura o kallwa relaciona inclusive el acto de tejer con el parto y su uso está asociado a tradiciones milenarias que implica la transmisión de saberes y de una memoria generacional.


En el último poema del tercer capítulo leemos: tejemos quilcas (…) tejemos puentes (…) continuamos hilando, bregando, bailando, tejiendo, bordando quilcas. Existe un paralelismo entre el tejer y narrar que va mucho más allá de ser solo un recurso poético. Decía Eduardo Galeano que la palabra texto proviene del latín “textum” que significa tejido. Quien escribe, teje; decía. La filóloga Irene Vallejo sostiene que las mujeres han sido las primeras narradoras de historias, transmitiéndolas de generación en generación al mismo tiempo que hilaban o tejían. La acción repetitiva de tejer y bordar en comunidad creó el espacio propicio para compartir saberes y experiencias. La importancia de la actividad textil en la historia ha dejado huellas en el hablar cotidiano, hablamos del hilo de la vida o de urdir una intriga e inclusive en la literatura las alusiones al tejido son contundentes: la trama del relato, el nudo del argumento, el desenlace de la narración, bordar un discurso, hilvanar ideas o tejer historias.


En esta histórica transmisión de relatos y saberes, como en el universo que recrea el libro de O. Fernández, cobra importancia la oralidad. La exploración del lenguaje es una constante en la creación poética de la autora que, lejos de presentar textos bilingües, inserta términos quechuas en una poética castellana porque es reflejo de la permanencia del runa simi en nuestro hablar cotidiano, como deja en claro desde el primer poema. Cito:


Escribo en la lengua que se impuso

preñada de las galanías propias de la lengua de mi madre.


Se evidencia una nostalgia por la lengua perdida, pero también por el universo al que representa, uno marcado por la relevancia de la oralidad y la cosmovisión andina. En el poema Huk, el yo poético dice: A veces le canto a Homero, (…), le canto y él viene hacia mí, Le atrae mi oscuridad, Que no suena a las sonatas de Beethoven, Sino a mi propio yaraví. Me parece clave la mención a Homero ya que representa un mundo en el que los relatos, poemas y saberes eran cantados y transmitidos por vía oral. El británico Havelock sostiene que sus obras fueron "enciclopedias orales para los griegos en donde se recopilaba su saber heredado". Irene Vallejo agrega al respecto que “en los versos homéricos no habla un individuo rebelde sino la voz colectiva de una tribu” lo que me recuerda la recopilación de relatos andinos en lo que hoy conocemos como el Manuscrito de Huarochirí.


En Bordando quilcas hay una constante alusión a este tiempo de las aladas palabras, luego del poema Vía Láctea que abre el libro, a manera de epígrafe o susurro, la poeta pregunta: ¿escuchas? La defensa de su lengua madre o de lo que queda de ella se hace presente cuando dice:

no me apocan

mi lengua

ni mi boca

ni mi acento.


Por otro lado, la cosmovisión del mundo andino invocado a través del lenguaje oral, implica la humanización del medio ambiente, aquí tanto los elementos naturales como los fenómenos meteorológicos y los animales viven y se comunican de manera análoga a los seres humanos como cuando dice la lluvia de relámpagos escribe los versos que yo no pude decir esa noche o la floresta clamó la canción que me enseñaste. En reiterados poemas el entorno va a aparecer no como un espacio que se habita sino como un ser que dialoga, responde y se comunica.


Finalmente, quiero hacer alusión al poder e importancia de la mujer que en Bordando quilcas está representado por la presencia de las divinidades femeninas. En la antigüedad, el concepto de sagrado femenino relacionó la capacidad reproductiva y nutricia de las mujeres con la naturaleza y propició no solo la aparición del culto a las diosas sino el empoderamiento del género que sin embargo luego fue invisibilizado. María Rowstorosky sostuvo que, tanto en el Tahuantinsuyo como en las demás civilizaciones surgidas en los Andes, la posición de la mujer no solo fue reconocida y exaltada, sino que fue considerada necesaria y complementaria a la presencia masculina en todo orden. Las divinidades femeninas que recorren el libro: Cahuillaca, diosa asociada al océano; Chaupiñamca, diosa de la agricultura y Urpayhuachac, diosa creadora de los peces y las aves marinas, pertenecen a la estirpe de las diosas Ñamca compuesto por un total de cinco diosas, número asociado al orden vital pleno. Estas diosas, hermanas entre sí, gozaron de un culto bastante extendido en la costa central y sin embargo es casi desconocido en nuestros días. La historiadora Maritza Villavicencio tiene una teoría bastante interesante sobre el proceso de secundarización de las diosas ñamca, cuyo culto al parecer fue incluso más antiguo que dioses como Pachacamac o Pariacaca, pero que lamentablemente pereció frente al catolicismo. De esta invisibilización del rol fundamental de la mujer en el desarrollo de las sociedades se poetiza también en este libro. Cito:


Flor de qantu nacida en la pequeña ciudad

de las muchachas presuntuosas de mi país

un país que muchas veces marcha a la deriva

si no fuera por ellas


En la propuesta de Villavicencio, las mujeres del Perú guardan en el inconsciente colectivo la memoria de su ancestral sacralización actuando solidariamente por la supervivencia de su comunidad. En el libro, la autora dice Beatriz Cahuillaca nos habla de paraísos infernales y escucha los nuestros. La construcción de un personaje como Beatriz Cahuillaca pareciera hacer alusión a una descendiente con un poder intrínseco heredado. La presencia de las diosas en este libro no solo reivindica la voz de la mujer, también es una defensa de su autonomía y libertad. Chaupiñamca, que según los mitos era quien animaba a los hombres, gozaba de una libertad sexual que no era extraña en las mujeres del mundo antiguo. Chaupiñamca elige a quien amar, leemos.


Desde este lugar de comunión con el entorno, pero también de poder y determinación femenina, Carolina O. Fernández teje un entramado de las voces del Perú ancestral con este convulso y actual que hoy habitamos y se permite reflexionar sobre ríos contaminados, feminicidios, globalización, migración y precariedad laboral entre muchos otros problemas que nos agobian. Bordando quilcas, que con tanto acierto ha publicado Hipatia Ediciones, es una invocación de nuestros saberes ancestrales para retomar los hilos de nuestra historia y hacer frente, con sabiduría y amor, a este mundo que nos golpea: no hay rabia en estos ojos, dice la autora, nos nutrimos de khuyay, el odio no entra en esta casa.


 

Bibliografía consultada:

DEL CAMPO, Georgina. Arqueología de la memoria y del acoso sexual. Santiago de Chile, 2023.

GALEANO, Eduardo, Tejidos, Editorial Octaedro, Barcelona, 2001.

HAVELOCK, Erick. La musa aprende a escribir. Editorial Paidos, Barcelona, 1996.

GUERRERO, Victoria. Diario de una costurera proletaria. Máquina purísima, Lima, 2021.

O. FERNÁNDEZ, Carolina, Bordando quilcas. Hipatia Ediciones, Lima, 2023.

ROSTWOROSKI, María. INCAS. Enciclopedia temática del Perú. Editorial El Comercio. Lima, 2004

ROSTWOROSKI, María. Mujer y poder en los Andes coloniales. IEP Instituto de Estudios Peruano, Lima, 2015

VALLEJO, Irene, El infinito en un junco. Penguin Rando, House. Barcelona, 2021.

VILLAVICENCIO, Maritza. Mujer, poder y alimentación en el antiguo Perú. Fondo Editorial USMP, Lima, 2017


Carolina O. Fernández, es poeta y ensayista. Ha publicado los poemarios Rumikuna del mar (2021); No queremos cazar la noche (2019); A tientas (2016), finalista en el Premio Copé de Poesía 2015 y primer premio de los Viernes Literarios 2014; Un gato negro me hace un guiño (2005); Cuando la luna crece (1996), entre otros. Su obra poética y sus ensayos han sido publicados en algunas revistas y antologías. Es profesora e investigadora de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). En 2022, obtuvo una mención especial en el Premio Casa de las Américas, en la categoría de poesía, por el libro Bordando quilcas (Hipatia Ediciones, 2023).

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