
Por: Úrsula Alvarado
A propósito de la exposición Van Gogh VIVO realizada en Lima durante gran parte de 2024 y siendo Vincent uno de los artistas que más logró conmoverme en mis tiempos de formación, comparto esta suerte de homenaje configurada desde la poesía, a través de una breve, pero sentida selección poética compuesta por textos de escritores peruanos y extranjeros sobre la vida y obra de Vincent Van Gogh.
Como si se tratara de algún extraño sortilegio, los tres primeros poemas que integran esta muestra y que están inspirados en la mítica "Noche estrellada" del artista forman parte de los tres conjuntos que resultaron ganadores del XVIII Bienal Premio Copé de Poesía en la edición del año 2017, aunque tan solo el libro que obtuvo el 1° puesto está íntegramente dedicado a la obra de Vincent. Coincidentemente, tanto el poema de Marco Antonio Quijano, como el de Ernesto Zumarán y el de Alejandro Susti comparten además de la temática, el mismo título:
NOCHE ESTRELLADA
(VAN GOGH, 1889)
Desde la ventana enrejada del asilo, el cielo de la noche derrama su fuego sobre los tejados. Una estrella luminosa gira y se recoge en sí misma como una ola llegada desde el más remoto universo. Pequeña y fecunda la noche me entrega sus ciclos, el boceto de un mundo ya perdido bajo la hierba que crece furiosa por el valle. En ese silencio que tan solo conocen los grillos, descubro a mi madre diminuta tendiendo una sábana al viento y a su lado yo, cobijado y envuelto en la blanca tersura de su seno.
La noche estrellada me reclama como el vientre de mi madre, sumergido en una líquida caricia. A mi lado, un ciprés se yergue hacia el cielo y de él se desprende el alimento que será más tarde una semilla. El universo es un cuerpo tendido entre los brazos de mi madre y el latido de su seno, un pequeño pañuelo que reclaman los que vienen a nacer, se levantan y acaso contemplan la noche estrellada que derrama su simiente sobre el mundo y lo hace palabra, imagen.
ALEJANDRO SUSTI (Lima, 1959)
Del libro «Bajo la mancha azul del cielo» (Ediciones Copé, 2018)
―Premio Copé de Bronce 2017―
VII
(la noche estrellada)
―Van Gogh―
Él pintaba árboles cerca y lejos de sus sueños.
Árboles que soñaban alcanzar un día el cielo.
Decía: He soñado árboles tocando el cielo y sus estrellas.
Él creía en esos sueños. Veía espirales de sangre
Girar en su desierto.
El mar vacío lo creía loco. El sol marcaba distancia
De sus sienes de fuego.
Pero él creía en la danza de los árboles en el cielo infinito.
Decía: Yo he soñado un sueño, y entre la noche y el río
Mi alma reía.
Despierto en sus sueños todavía contempla
El vuelo espiral de sus ojos en las estrellas fugaces.
ERNESTO ZUMARÁN (Chiclayo, 1969)
Del libro «La noche y su sombra» (Ediciones Copé, 2018)
―Premio Copé de Plata 2017―
LA NOCHE ESTRELLADA
Tal vez aparente que estoy desorientado o
en franca discrepancia con estas horas irreconocibles
pero no he llegado hasta aquí como resultado de malos augurios o
por una cadena de errores cromáticos
ha sido más bien por el efecto de vientos sensoriales
que creo reconocer cuando estoy fuera de cuadro
los oleajes la fiebre las placas tectónicas interiores
me arrancan de mí
no me dejan tranquilo en mis dominios
hacen que me desprenda de la noche
con la inexplicable devastación que sucede a mi alrededor y
tú dices que a veces no tengo significado o
que soy un cadáver sonriente rodando bares perdidos
pero es el vértigo de una nueva luz que me deja
con el rostro impertinente
sobreviviendo aterrizajes forzosos
afincado en colores rancios
nada se detiene cuando de pronto apareces y
un telúrico aparato detona la acometida de tus demandas
exigiéndome decirte la conformación de mis sentidos
sobre universos amarillantes
tal vez no me creas o
me tomes por un desquiciado (muchas veces lo soy)
pero mis miradas habitan en los colores de tus instintos
luz de luna
en el fondo mismo de tu transparencia
es allí donde resurjo y
desde un punto cualquiera del agobio te observo y
nadie se da cuenta de este incesante vuelo
porque siempre estoy de pie en mi ventana
escapando hacia ti
vacilante en mis estancias que desde hace tiempo corroes
aunque eso no me perturba y
si me preguntas por el costo de vida o
por mi sublevada apariencia
no sabré qué contestarte
solo te puedo decir que
estoy muriendo mis otras muertes sobre cientos de lienzos
que no se detienen y
aún persigo tus distancias que no dejan de sangrar
«No es culpa mía
si no parezco de carne y hueso, si bajo mi sombrero
y mi pantalón gastado palpita un cielo puro
si todo el mundo dice que no amo a la gente
porque me pongo una corbata y observo el firmamento»
JORGE EDUARDO EIELSON
La obsesión es el aleteo de una bandada de cuervos
atravesando mi rostro y el ruido que dejan a su paso
libera la sórdida canción que refiere a media imagen
el cielo de mis claridades
patética banda sonora maniatada por aladas camisas de fuerza
mientras camino el filo de los campanarios
el hilo de los sucesos se atasca
el antes y el después a punto de caer
suspendidos en un vértice del espacio
amenaza suficiente para que se levante
el desconcierto que reposa en mi mesa
junto a platos hondos que se fragmentan
en mitad del estupor un color intenso
continúa dando vueltas al espejo (también fragmentado)
a las ventanas polveadas del tedio y
sucede que sin mediar palabras
me encuentro distorsionado
fuera de toda estructura
como un paciente luego de pasar electroshock
agitando ofuscación a un lado de la noche
esquinando frío
mirándote luz de luna
mirando hasta dónde llega tu misterio
pero te mueves siguiendo líneas divergentes intentando definirme o
tal vez encontrar mi principio en una pila de hojas secas
en la erosión de mi constancia y
no me voy por las ramas o
por la elipse que traza la penumbra a un costado de las cañerías
me quedo pendular en este piso donde pretendo describir
las facciones de la muerte y
tender mis camisas sobre los signos de la ausencia
Y ya lo ves luz de luna
no es sencillo andar de incógnito en películas mudas
cuando la tenacidad de los colores te busca en cada puerta
siempre hay un erecto dedo índice que te delata y
no queda otra que emerger de los grises y
quedarme agazapado bajo la noche o
detrás de lienzos vacilantes y te veo entrar a mi soledad
luz de luna
a esta soledad espejada en los márgenes de una voz ebria
que te conduce hasta un pasadizo sin salida
donde separas mis palabras cuneiformes
de las obsesiones que cargas en tu memoria
te explicas en oleajes y es habitual que nunca vengas
pero siempre regresas dispuesta a conocer mis desvelos o
mis sucias manos que apenas te sueñan
sujetándote innoble a mis presagios
a mi vuelo incipiente
a los desechos tóxicos que iluminas sobre estas anchas avenidas
¿habrá algún sueño de telas y postes de alumbrado
donde no se enreden mis pensamientos con los colores insomnes de la angustia?
continúas inalterable averiguando habitaciones me persigues
y cuando a veces te ocultas
tenues líneas de asombro revelan tus eclipses
el barro que caminas
los disparos al aire
te marchas unos momentos de tu cuerpo
de tu luz que no sabe definir mi rostro
sin saber con exactitud hacia dónde gira el planeta
lo único que sabes es que a esta hora los girasoles azulan amarillos y
que soy la parte enardecida de tu silencio
esperas entre la niebla y
miras temerosa cómo tu órbita detiene mi fluctuación
este roído mecanismo de defensa
que deja una estela de vómitos purpúreos
te marchas suavemente y desenredas tu recuerdo en torpes pinceladas
junto a este deseo inmundo de perpetuarme en amarillos
la distancia es el apolillado retrato de la soledad
colgado en la sombra de mi puerta y
solo me queda estirar la mano y acariciarte
como a una estrella remota o una flor moribunda y
mientras espero a que me digas algo o llegues a la hondura de mi encierro
acomodo los muebles los rincones mis puntos de partida
luz de luna
para que todos crean que sigo teniendo las mismas manías
pero tú no eres la misma en días de congestión visual
eres el impulso nocturno que me degrada
el humo desvergonzado de las fábricas
la devoción al plástico de cada día
anuncio de la hermosa destrucción que dejas a tu paso
ahora que te despides de las azoteas
de los puntos más altos de tus viajes
abrazas mi situación de sombra pasajera y
no hay una dirección precisa para encontrarte o
mandarte postales o
dilucidar tu historia en los trozos de tiempo que irrumpen de tu roquerío
¿entenderás en tu delirio mi extraña conformación de colores violentos?
no puedo sino recorrer en cada lienzo el vacío que dejan tus pasos.
MARCO ANTONIO QUIJANO (Lima, 1970)
Del libro «Colección privada o los colores ocultos de la turbación» (Ediciones Copé, 2018)
―Premio Copé de Oro 2017―
Quijano, Zumarán y Susti no fueron los primeros poetas peruanos en ceder ante la atracción del misterio que envuelve al artista de Arles, anteriormente tanto el poeta chimbotano Juan Ojeda como la poeta Blanca Varela escribieron textos que aluden al dolor que atormentó la vida de Vincent. Mientras que el poema de Ojeda alude a la desesperación ante la muerte, el de Varela intenta recrear el momento de locura previa a la cercenación de su oreja en Auvers-sur-Oise y muy probablemente otros poemas de la autora hacen también escuetas menciones al artista.
VAN GOGH EN ARLES
und er schliesst das Weltall ein:
Diese ganze Welt voll Hobeit
Und Verzweiflung, voll von Gräbern
HUGO VON HOFMANNSTALF
¿Qué oculta la cansada estación, entre ramas resecas,
o el polvoriento brillo del aire? No el trabajo ceñido
por la premura, ni los oscuros cuidados nos consolarían.
La fuente es agostada, la seca hierba gime
Y el lamento escuchado con obstinación ahora nos aterra.
Fuego yermo es la sedienta rigidez del mundo.
¿Quién anudaría ese sueño o ardor que roe el espíritu?
El que ha perdido la razón en los desiertos de la Realidad
Persigue el vuelo de las aves como único camino.
Un rumor más triste que la vana sagacidad del hombre
Podría desmembrar esa sombra lancinante del muro,
Lenguas de niebla bajo inútiles palabras
Rendidas o muertas, vivas en su propia descomposición.
Aquí en las ribas estancadas
Hasta la belleza es hastío.
Pardas sombras reptantes
Ahuecan la memoria
Y el júbilo secreto de la muerte
Se enrosca sobre la vida estéril.
Este caminar a nada por orillas deshechas, guijarros
Limpios como la quieta ola que los cubre, ni viva ni muerta.
El mar de oro, sin embargo, resuena con su música vacía
Y es difícil percibir si estamos despiertos o dormidos,
Otras olas inmóviles rasgan el impalpable rostro
Que nos redime, venciéndonos, en inertes ojos
Sobrevivientes de nosotros mismos.
Al descender a las ribas, oyes
La pudrición de la Realidad.
Sorda superficie criba el vivir ya confuso,
Y sin nadie que aquí frecuentara, o contemplar
Como pueda llamarse, no poder nombrar nada
Es dentro del mundo como estallido muerto
Gobernar el silencio que relumbra y reposa, música seca
Después irse como se van todos.
¿Qué escucharías
En tu alma, ese universo atascado? No poder nombrar
Fuego de piedra, tiempo o palabra yerma.
Sólida bruma habitar, niebla horada y arde
Desflecada por el ruido de nutrir en pétreo exilio
Ebrio polvo del objeto y sabio hedor de muerto.
Este ir a nada y quién soporta así el mirar o ruina
Ojos quiébranse ahítos en vacío de cepo.
Nuestro indagar ha concluido
Y esta es la sabiduría: nada hay
Que explorar fuera de la fábula. Estos son los dominios
Del mundo que permanece incognoscible,
Y seguiremos penetrando lo impenetrable como una corona
De sueño. No existe nada
Que explorar en este mundo
Donde el tordo emigró dejando
Un herido reflejo sobre la fuente árida.
Tal vez el silencio nos permitiría
Recogernos en lo oscuro, en lo carente de vida
Y a cada manotazo del espíritu
Atrevernos a sepultar las sabias palabras.
Sólo el que nada ha contemplado
Puede acceder a lo real
Develar este incesante asombro
Que celebra, conmovido el íntimo espacio
Que madura en los ojos.
En el no saber está el saber
En la no vida está la verdad
En el no mundo está el mundo
Y este es el sentido de nuestro explorar:
Existir en un ardor confuso.
JUAN OJEDA (Chimbote, 1944 - 1974)
Del libro «El arte de navegar» (Runacay Ediciones, 1986)
AUVERS-SUR-OISE
Nadie te va a abrir la puerta. Sigue golpeando.
Insiste.
Al otro lado se oye música. No. Es la campanilla del
teléfono.
Te equivocas.
Es un ruido de máquinas, un jadeo eléctrico, chirridos,
latigazos.
No. Es música.
No. Alguien llora muy despacio.
No. Es un alarido agudo, una enorme, altísima lengua que
lame el cielo pálido y vacío.
No. Es un incendio.
Todas las riquezas, todas las miserias, todos los hombres,
todas las cosas desaparecen en esa melodía ardiente.
Tú estás solo, al otro lado.
No te quieren dejar entrar.
Busca, rebusca, trepa, chilla. Es inútil.
Sé el gusanito transparente, enroscado, insignificante.
Con tus ojillos mortales dale la vuelta a la manzana, mide
con tu vientre turbio y caliente su inexpugnable
redondez.
Tú, gusanito, gusaboca, gusaoído, dueño de la muerte y
de la vida.
No puedes entrar.
Dicen.
BLANCA VARELA (Lima, 1926-2009)
Del libro «Valses y otras falsas confesiones» (INC, 1972)

En nuestra tradición poética peruana, varios son los autores que han tenido presente a Vincent Van Gogh en sus creaciones. La escritora Victoria Guerrero usa una cita del diario del pintor como epígrafe para uno de los poemas que forman parte de su libro Cisnes estrangulados (1996), mientras que tanto Miguel Ildefonso como Rosina Valcárcel lo mencionan en poemas de sus libros "Himnos" (2008) y "Paseo de sonámbula (2001) respectivamente. En el plano internacional, escritoras como la canadiense Anne Carson o la uruguaya Circe Maia, tampoco fueron indiferentes al neerlandés. En sus diarios, la poeta Alejandra Pizarnik menciona a Vincent en diversas oportunidades. En una de las entradas de junio de 1955 leemos:
«El rostro de Van Gogh. Humano demasiado humano. Su cabeza rapada para desafiar a los pájaros. Su mentón encerrado en la atmósfera de los amarillos. Y la nariz recaudando borrascas. Y los labios absorbiendo pinceladas. Y la frente mirando el haz que camina tentador luminoso. Y los ojos. ¡Los ojos! Como las negras piedras que se arroja contra los solitarios».
Diez años más tarde, Alejandra publica un estudio sobre el poeta Antonin Artaud que relaciona magistralmente con la poética de Vincent, sin embargo, sabemos por las menciones en su diario que la luz atormentada de Van Gogh la perseguía. Algunos años más tarde escribe sobre el artista: «me angustia porque me identifico con él». Así como a Alejandra, la dolorosa identificación con Vincent atraviesa de principio a fin los versos de este último poema que compartimos, escrito por la norteamericana Anne Sexton. Aquí la voz poética parece compartir su misma aflicción y desconsuelo.
THE STARRY NIGHT
Eso no me libra de sentir una terrible necesidad de -tengo que usar esa palabra- religión.
Entonces salgo de noche a pintar las estrellas.
VINCENT VAN GOGH
El pueblo no existe
salvo allí donde un árbol de cabellos negros
se desliza como una mujer ahogada hacia el cielo caliente.
El pueblo está en silencio. La noche hierve en once estrellas.
¡Oh noche, noche estrellada! Es así
como quiero morir.
Se mueven. Todo está vivo,
incluso la textura de la luna, de hierros naranja,
que atrae a los niños, como un dios, desde su ojo.
La antigua serpiente invisible se traga las estrellas.
¡Oh noche, noche estrellada! es así
como quiero morir:
dentro de esa imparable bestia de la noche.
Absorbida por el gran dragón,
para desprenderme de mi vida, sin banderas,
sin vientre,
sin llanto.
ANNE SEXTON (EEUU, 1928-1974)
Del libro «The complete poems of Anne Sexton» (Houghton Mifflin, 1981)
Traducción de Isaías Garde
El genio de Vincent Van Gogh ha cautivado a innumerables artistas en todo el mundo, motivando la creación en todas las manifestaciones artísticas posibles, el cine, la poesía, la escultura, entre otras. En Perú, gracias al pintor Juan Francisco Izquierdo, podemos imaginarnos a Vincent disfrutando de uno de nuestros bares más emblemáticos, actualmente desaparecido, el Chino-Chino. Espero que hayan disfrutado de este breve homenaje. ¡Hasta la próxima!

Bibliografía consultada:
CARSON, Anne. Charlas breves. Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2015
GUERRERO, Victoria. Cisnes estrangulados. Cuernoenpanza, Lima, 1996
ILDEFONSO, Miguel. Himnos. Apolo Land, Lima, 2008
MAIA, Circe. De lo visible. Asociación de Impresores del Uruguay, Montevideo, 1998
OJEDA, Juan. El arte de navegar. Runacay Ediciones. Lima, 1986
PIZARNIK, Alejandra. DIARIOS (nueva edición de Ana Becciu). Lumen, 2022
QUIJANO, Marco. Colección privada o los colores ocultos de la turbación. Ediciones Copé. Lima, 2018
RODRÍGUEZ VÁSQUEZ, Víctor. ESTUDIO COMPARATIVO DE LAS OBRAS INICIALES DE JOSÉ WATANABE Y JUAN OJEDA A TRAVÉS DE LA ÉCFRASIS. METÁFORA REVISTA DE LITERATURA Y ANÁLISIS DEL DISCURSO, 2023. https://doi.org/10.36286/mrlad.v3i6.149
SUSTI, Alejandro, Bajo la mancha azul del cielo. Ediciones Copé. Lima, 2018
VARELA, Blanca. Poesía reunida 1949-2000. Editorial SUR Librería Anticuaria, Lima, 2016
ZUMARÁN, Ernesto. La noche y su sombra. Ediciones Copé, Lima, 2018
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