Por Úrsula Alvarado
Conocí a Teresa en un momento difícil, no hace mucho tiempo y tuvimos pocas pero significativas oportunidades de conversar sobre algunas de nuestras aflicciones. Aprovechando el carácter íntimo de este encuentro y a modo de confesión, me permito contar que las heridas causadas por el dolor de una imposibilidad física que en algún momento viví, encontraron un bálsamo, una luz, en el diálogo (o los diálogos) que entablé con Teresa, los mismos que me hicieron testigo de su Fe en la palabra y el poder sanador de la poesía.
Abro el miedo es una búsqueda, un viaje o mejor dicho, una peregrinación ya que implica aventurarse en terrenos desconocidos para –por medio de la experiencia adquirida en el camino- llegar al lugar sagrado que es la verdad, el conocimiento y la luz. Un viaje a la introspección: nos preguntamos de dónde venimos, hacia dónde vamos y encontramos en el camino-que-se-ha-de-seguir la metáfora de la salvación… pero aquí el peregrinaje se hace a través del cuerpo. Abrimos algo cuando queremos/necesitamos ver lo que hay detrás o lo que hay adentro. Abrimos el miedo materializado en nuestro cuerpo. En esta incursión a lo desconocido está permitido ver con otros ojos. La poeta nos presta los suyos para ver su dolor y comprender la enfermedad como el camino que pretende enseñarnos algo a pesar que nos desgarra por dentro.
Uno de sus textos iniciales dice: escucha todo lo que suena en tu cáncer, ¿alguien puede oírlo contigo? (pág.29). El peregrino siempre es un forastero y en su búsqueda se siente solo y ajeno; más en su afán de comprender y aprender, persevera, como la poeta que se aferra al poder sanador de la palabra, la poesía y el amor. En la pág. 69 afirma: La poesía curará tu cuerpo; más adelante en la pág. 71 versa: un corazón recurre a otro corazón para curarse. En algunos momentos, la verdad parece revelársele. Cito: “Mi cáncer era algo que venía (…) Encuentra mi cuerpo perfecto. Lo toma vigorosamente en un deseo de violentar lo débil para que despierte.” (pag. 39)
Es interesante además, el diálogo que –en el camino- la voz poética despliega hacia dos presencias. Una de ellas es una especie de confidente a quien va narrando sus angustias; la otra es el cáncer, a quién personifica y otorga una voz propia.
A partir de estos diálogos se desprenden algunas ideas:
Con relación al cáncer, este es enfrentado no como una enfermedad sino como un ente, un ser cuya naturaleza no comprendemos pero que se instituye en la tierra, en nuestros cuerpos, como bien sugiere Raquel Jaduszliwer en el prólogo cuando afirma que este libro es una especie de Génesis invertido en el que no se va del caos al orden sino del orden al caos. Es decir, que el cáncer -en representación de este caos-, es primigenio y natural, y se instituye en la tierra para reclamar su lugar en el mundo.
No existe discusión ni enfrentamiento. La relación entre le yo poético y el cáncer dista de ser bélica o agresiva. Cito: Algo silba otra lengua y da órdenes (pág. 34). En efecto, el sujeto poético no entiende el lenguaje de este caos que le da órdenes mientras desordena sus células y sin embargo lo escucha, trata de entender. A veces el cáncer la interroga. Otras veces teme y se disculpa, en la pág. 79 le dice: Yo no quería verte muerta, pero quería quedarme contigo. Te había tomado afecto y me había acostumbrado a ti. En otros momentos y con renovada energía, su cáncer la exhorta a escuchar lo que existe, a no dejar que el dolor le impida ver la luz que la rodea, la obliga a mirar. Cito: Levántate de esa cama (…) Mira los ojos a tu esposo, el que sigue contigo y deja que todas las cosas buenas que están dentro de ti pasen a sus ojos (pág. 51). Más adelante, el cáncer insiste: No tengas miedo y di sí (…) Sonríe, sonríe. Escucha lo que existe (pág. 60).
El otro diálogo es el que parece sostener con una confidente a quien el sujeto poético va narrando lo que ve, lo que siente y lo que teme. Se trata de la poeta danesa Inger Christensen cuyo poema (o fragmento del poema Alfabeto) abre este poemario. Su presencia en este libro no es antojadiza. En “Alfabeto”, lnger hace una especie de inventario de todo lo que existe: las glaciaciones existen, (…) las cigarras existen, el oso polar existe (…) e Ícaro, Ícaro desamparado existe, Ícaro pálido como un cadáver existe. El nombramiento a conciencia de las cosas equivale a su creación. Teresa confía en este poder y despliega también su propio inventario: Los vencidos existen. La culpa existe… (pág. 64), pero en este registro no excluye las heridas de su pueblo, de su propio universo.
El mismo texto continúa:
Uchuraccay 26 de enero de 1983
Lurigancho 4 de octubre de 1985
8 periodistas, un guía y un comunero muertos en Uchuraccay
35 presos quemados en el pabellón Británico de Lurigancho
(…)
el odio existe el odio existe
Esto no es solo un enumeramiento sino también una denuncia. Líneas más adelante, en el mismo poema, se lee:
el joven estudiante no deja de marchar
pero se vuelve adulto y entonces quiere
quiere de todo una casa dos tres autos viajar por el mundo
y ya no quiere recordar que su padre vino del campo
que su madre vino del río
que sus antepasados fueron indios
Me pregunto: ¿es quizá el cáncer una metáfora de los males del mundo? Pareciera que la poeta nos recuerda que no sufre sola, quizá en la búsqueda de su sanación desea incluir a todos los que de algo adolecen. Así, el inventario/denuncia continúa. Dice la poeta: El cáncer de la necesidad es un gigante. Aplasta las chozas de los pobres. Aplasta las faldas voladoras de las mujeres. Aplasta. Los ciudadanos no existen (…) el racismo existe, la tristeza existe (…) Teresa Orbegoso existe. La paciente con cáncer existe. De principio a fin, la poeta nos muestra la necesidad de repetir y afirmar su existencia y también la de su mundo: Inger, ¿sabes que los quipus existen? (pág. 49).
La lectura de Abro el miedo me ha permitido viajar a través del dolor y la incertidumbre de la enfermedad con nuevos ojos, tratando de descifrar el aprendizaje que supone atravesar el camino de la introspección sin perder de vista lo que existe en el mundo. Confiando también en el poder sanador de la poesía y el amor, uso sus propias palabras como amuleto y hago también de esta noche un breve inventario:
Teresa Orbegoso existe,
tu voz existe, tu poesía existe,
tus hermanas aquí reunidas existen,
tus lectores existen,
he aquí pues –en medio del caos- que el amor y la fe existen,
el verso como bálsamo existe.
Te leo, Teresa:
Bienaventurados sean lo que se esfuerzan en existir.
* Texto leído en la presentación de "Abro el miedo" de la poeta Teresa Orbegoso en el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán el 06 de agosto de 2019.
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