
En octubre de 2024, el equipo organizador del IX Festival Caravana de Poesía, nos invitó a realizar un homenaje póstumo a una poeta representante de nuestra ciudad. La elección no nos tomó mucho tiempo, años atrás ya habíamos esbozado reconocimientos a la poeta peruana Cecilia Bustamente, así que con mucha ilusión nos pusimos manos a la obra y el domingo 13 de octubre, día en el que conmemoramos su aniversario luctuoso, celebramos el homenaje con una ponencia, un recital de poesía y performance poético.
Cecilia Bustamante fue la 1° mujer en recibir la distinción del Premio Nacional de Poesía, el año 1965. A continuación, les dejamos una breve selección de diez poemas que fueron compartidos a los maestros y estudiantes de las escuelas visitadas por el IX Festival Caravana de Poesía en su paso por Lima, Áncash y Chacas. Finalmente, compartimos una breve reseña de la gran trayectoria de la autora, renovando nuestro respeto, cariño y admiración por un trabajo que creemos debiera ser mejor estudiado y difundido.
POEMA I
El perfume de los campos de mi patria
dista, pero no se pierde.
Los cielos que me cubren
poseen la estrella de mis padres
y los ríos que llegan de las altas lagunas
acarician la simiente,
que colma las retamas florecidas.
Estos hombres que saludan
son los hombres de mi patria,
acallados y lejanos junto al río,
anidando en la noche hasta que brote el día.
Yo les ofrezco la inquietud de mi corazón
y la calma de mi mano vacía.
ALTAS HOJAS VIII
En el fondo de todas las cosas,
intermitente y sin descanso, está el corazón.
Aquí habitaron los hombres de todos los tiempos
Y su polvo ennoblece los embriones de las plantas.
¡Quién pudiera escuchar su palabra de fuego
en la noche oscura,
y cogerla ardiente y elevarla
sin que nos hiciera daño!
Ven, dame tu mano, el valor de tu mano
cuando mi ser agonice.
Retengámonos poderosamente,
como lo hacen los astros que coronan el espacio,
porque somos el oscuro equilibrio del tiempo,
la temible seguridad de los hemisferios de la tierra
y los seres que legarán nuestras entrañas.
Nuestras huellas gravitan en todos los misterios
y en nosotros todo se cumple,
Porque avecinamos estrellas y vientos
y nos abisma la magia de la Naturaleza.
Abandonados al silencio, habitamos antiguos huracanes
y los murmurantes secretos que rinden el corazón.
ALTAS HOJAS XXI
Soy el cadáver del pájaro que arrastra el agua
y la luz que aclara el revés de las altas hojas,
las huellas pasajeras en la tierra fina del camino
y el ruido constante del viento en el mundo.
Este árbol transido de días y los frutos de sus ramas,
aquel nido y las silvestres mariposas.
El oscuro clima del barro. El barro más profundo,
la distancia del pie al cielo. El camino más alto.
No llamo a nadie por su nombre. Estoy sola.
Porque soy la última hora del día,
el agua del riego y la sombra del viejo sobre el campo,
las semillas sonoras de las plantas agrestes
y el amplio olor del hombre en sus músculos rendidos.
Yo puedo olvidarme volteando el agua sobre las riberas
y ser como el tiempo abandonado en la transparente distancia.
Un poeta en un pueblo cualquiera del mundo.
AMO EL SIGNO que pusimos
sobre nuestro deseo,
y se transformó sin revelarse.
Amo los caminos abandonados
antes del cansancio,
amo la ciudad que habitas
la herida que nos hicimos.
Amo todo lo tuyo que me queda
y todo lo mío que te identifica.
Del libro «Altas hojas» (Lima, 1956)
CLASES
Los pura sangre se instalan
Tras barreras
Crian formas en el cráneo,
Disfrutando elementales
De las palabras compuestas.
Pero su otra sangre novela
Sencillas estructuras, le trepa el cuello,
El tronco
Que otra clase cortará.
XXII (DISCERNIMIENTO)
Mi madre es una niña
Que juega en el polvo,
Mi padre es un joven
Que vive en los bosques.
Tenemos los mismos ojos
Y morimos bajo la misma luz,
Pero no sé si el me reconocerá,
si ella se olvidará de mí.
Si en el polvo en que juega mi madre
Rodará mi nombre como semilla muerta.
Mi padre me abrió el corazón para el mundo,
mi madre me enseñó a respirar
el perfume salvaje del campo.
Yo no pude explicarles
Que su gesto cada vez más intenso lo repito
Aunque tengo el color de las sombras.
Ahora que todo el tiempo
Ya no es para el amor d la sangre,
Les mostraré el alto camino
En que tanto amor no puede nada,
Allí donde al borde de mí misma
Me niego al retorno.
SÁBADO DE GLORIA
A Luz María Sarria
Allí sobre el césped
está titilando
el corazón del tigre
y el hijo de la reina
fornica en la nieve
de país que no le pertenece.
Negros insectos crocantes
extraen los ojos,
guijarro sobre guijarro
hacen una montaña que rumia
y borbotea.
El corazón del tigre entibia
el hielo bajo la hierba.
Nos dice de la otra fiera nacida
en el tambor secreto,
de su otro corazón y su coágulo,
de su furiosa materia
afelinándose entre las moscas.
Cómo se fabrica todo aquello
que esclaviza cuando está naciendo
y agotada la fuerza, nos destila.
Ni piel de tigre ni de leopardo,
yo volio, volio fuertemente
piel de tigre, las garras
antes que se seque la humedad del pincel.
Porque es hermoso tener
un corazón de tigre
a la luz del sol a la desluz
de la luna. O ser una gacela blanca
disparada en la grisura.
Tantas cosas
cuando abro la puerta
hacia la calle en vaciedad
y silencio, y ver cosas escapadas
de algún bolsillo
con sigiloso resplandor.
AMOR EN LIMA
A César Moro
Te planteo esta posibilidad:
beber tisana en tacitas rojas,
pasearnos en Barranco
mientras el orín y el salitre carcomen
los balnearios limeños.
Déjame mecer los pies desde los balcones de Lima,
asediar la tuberculosis en el gris crispado de la niebla
porque esa lluvia amenazante nunca llega
y más bien aborta por otro lado de los cielos.
En «Discernimiento» (México, 1982)
ESCALAS
Por tales países las desvencijadas maletas
y en su destructiva memoria
nadie nos recuerda jamás.
Abordando
sutilmente la crueldad hasta el derroche,
compatriotas de cuál país
que estáis con el vientre acribillado
y el palo de tejer como una lanza,
el mortal bisturí no se disipa
y nadie se desarma jamás.
INTERNADO
Una fruta seca un pan una partida
de casino español
qué nostalgia
Delia nació el mismo día que yo
y en las barajas nos confundía
un viejo silencio.
Un pan una partida
de casino español
al centro el cielo
los tréboles sensuales
minúsculas tiesas deliciosas flores
en el invernadero opaco
qué temor
los niños de a uno
las mujercitas de a dos
hasta la mesa larga
para comer lo que padre mandó.
Más allá la nostalgia
y los niños para siempre
las niñas para siempre
de a uno
nunca más de a dos.
En su trono las barajas
abren en sombra
una partida.
De «El nombre de las cosas» (Montevideo, 1970; San Salvador, 1978)
¿Quién fue Cecilia Bustamante?
Cecilia Bustamante fue una poeta, docente, periodista, traductora y editora que perteneció a la llamada Generación del 50. Nació en Lima en 1932, sin embargo, debido a que su padre era ingeniero agrónomo, desde muy pequeña viajó por el interior del Perú y gran parte de su niñez y juventud transcurrió en el pueblo de Huariaca, en la sierra minera de Cerro de Pasco.
Su formación académica inició entre 1947 y 1948 en la Escuela de Bellas Artes en Lima en donde estudió dibujo y pintura graduándose con honores. Sus primeros trabajos fueron como docente en unidades educativas y posteriormente fue miembro de la Comisión de Educación en las Artes para el Ministerio de Educación. Así mismo, trabajó como editora y redactora en los diarios La Tribuna, La Crónica, La Prensa y como publicista en el diario Última hora. Por su destacada labor periodística, fue la primera mujer en pertenecer al Comité Ejecutivo de la Federación de Periodistas del Perú.
En 1965 ganó el Premio Nacional de Poesía por su libro «Nuevos poemas y audiencias», convirtiéndose en la primera mujer en obtener dicho reconocimiento. Algunos años más tarde decidió dejar el país y viajó por España, México y Bélgica, hasta que en 1973 se instaló en Austin (EEUU). Fue nombrada profesora visitante en la Universidad de Texas en Austin e inició un importante trabajo como traductora, fundando luego la Asociación Peruana de Intérpretes y Traductores (APIT); así mismo, el Ministerio de Relaciones Exteriores la nombró Agregada Cultural del Perú en México y Estados Unidos.
Su poesía obtuvo reconocimiento internacional y fue traducida al francés, alemán, italiano, inglés, portugués, flamenco, sueco, entre otros. Algunos de sus libros de poesía publicados son «Altas hojas» (Lima, 1956), que tuvo un prólogo escrito por la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou y colofón de Luis Alberto Sánchez; «Símbolos del Corazón» (Lima, 1961), con una nota escrita por Antenor Orrego; «El Viaje del Poeta» (Trujillo, 1961); «Poesía» (Lima, 1963); «Nuevos Poemas y Audiencia» (Lima, 1965), libro con el que ganó el Premio Nacional de Poesía; «El nombre de las cosas» (Montevideo, 1970; San Salvador, 1978), «Discernimiento» (México, 1982), «Modulación Transitoria» (Lima, 1986), «Guardia de Corp» (Ontario, 2005), «Amor en Lima» (Lima, 1977) y «Mother Blood» (Universidad de Osnabrück) escrito íntegramente en inglés, entre otros. Su poema «El astronauta» está incluido en el Smithsonian Institute, Air and Space Museum.
Sus intereses no se limitaron a lo académico, trabajó de cerca temas relacionados con los derechos humanos, la organización comunal, el desarrollo sostenible y la defensa de los derechos de la mujer en América Latina. En 1976, junto con la poeta y activista peruana Magda Portal, fundó el Centro Peruano de Escritoras y se mantuvo siempre atenta a la producción literaria de las autoras peruanas de su tiempo fomentando la difusión de sus obras, traduciéndolas al inglés y publicando libros de poetas como Gloria Mendoza Borda, Sonia Luz Carrillo, Mercedes Eguren, Patricia Roberts, Inés Cook, Enriqueta Beleván, entre otras. Falleció en Austin el año 2006.
En 2022, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables del Perú le otorgó de manera póstuma la condecoración excepcional Orden al Mérito de la Mujer por su «contribución en la promoción de los derechos de las mujeres y la eliminación de barreras para la igualdad de género desde el campo de la literatura».
Úrsula Alvarado, octubre 2024
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