
Homenaje a Julia Wong Kcomt
No hay mejor homenaje para un escritor que leer su obra, así que a continuación te dejamos una breve selección de la poesía de la escritora peruana Julia Wong Kcomt al conmemorarse este mes el primer aniversario de su partida.

Fotografía: Carlos Chong
Julia Wong Kcomt
[Chepén, 1965 - 2024]
Después del duelo
Para Jimmy el sobrino pequeño, el sobrino mayor
Inmenso el limbo que tu pena no ocupa
marcharte así, tan de repente, no ha sido ecuánime
Inmenso el vientre que te traga
en esta soledad de ti
en ese cristal sanguíneo que nos llamó familia alguna vez
luego se descompuso como un potaje olvidado en la nevera
Amplia la reja por donde escapamos a buscarte
amplia la geografía desde el estrecho de Bering, África, Brasil,
tambores y guerreros
amplia la boca que te nombra en la partida
rabia de perros casi muertos sin dueño su cola
o con dueño iracundo enojado
sin voz para lamentarse
ya no estarás más entre nosotros
rabia y perro divorciados
Soy la rabia
y el perro se aleja solo husmeando entre puertas y bisagras
preguntamos por ti, pero nadie sabe responder
Inmenso el cielo que ya no será tu techo
ese cielo se hizo carretera al oriente
bandadas de pájaros negros cruzan la letanía
hasta el punto donde tu mujer dobla la ropa que dejaste
Soy tu tía en duelo
dicen que una tía no tiene derecho a estar triste
inmensa la palabra que no digo
todo el vigor que no caminaré para encontrarte
la frase es más ancha que la carretera
el cielo ya no te verá
inmenso se queda
frase y techo sin ti
y no termina.
Habitación acabada
He aquí una llaga
Tan indecente como un lago que no acabará en el mar
El líquido de la vida traspira
He aquí una cicatriz voluptuosa
(Centrada en mí como el viejo negocio del amor)
Cada día vamos perdiendo hojas
El cuaderno de la vida parece también un lago
Ah, si conocieras la inmensa vitalidad que existe
Al dejar todo desordenado
En esa esquina los zapatos marrones
Mis vendas
El esparadrapo
El agua oxigenada
El espejo que habla como un hombre bueno
Estoy herida
Todo huele a bosque lejano
Taladrado
Río tráquea
Río humano de tímidos lamentos
Volcán tímido de la memoria
Lava vaginal que ha descendido por el silencio
Y busca la verdad en la nervadura de las hojas secas
La habitación, el espejo y yo: heridos.

Fotografía: Carlos Chong
La sanación de los espíritus
Torcido corazón
Enfermedad extranjera de los postes circuncidados
Alabado sea el dios de los enfermos.
Yacemos sobre un colchón
Nuestros huesos se comen unos a otros
Mientras respiramos el sahumerio de eucalipto
Aún se reza para que nos elevemos
¿Dónde encuentro la luna dentro del tronco?
Mi omóplato destruido por el peso de los químicos
Setecientos lunares escondidos bajo un gladiolo
La tierra empieza a subir por mis pies
Y se cobra la venganza de los desposeídos
Yo, que lo tenía todo, entre cascarones verdes de coníferas
Entre caminos que nos llevaban a ese lago instalado
En el pico del cerro y en el pico del amor
El cuerpo destruido es una canción de barro
Cuerpo pueblo que quería bailar su propia comparsa
Y cantar sus propios poemas de arena
Este cuerpo que ya no lo es, para nadie, así se llame Lázaro
Una ballena gruesa y caliente varada en Chiclayo
Demasiadas manos esculpieron sus costillas
Demasiados ácidos biliares
Exprimido de todos sus costados
Le queda el himno a la casa
Porque quizá cuando vuelva a la casa enclenque (sin el jardín
inglés)
Encuentre un hombre que haga sopa de arroz
Y domestique su seno otra vez...
Espíritu, resucita otra vez desde mi teta inerme
Dibuja la niebla del silicio y las cucharas de madera
Dibuja los niños en pleno zapateo, niños de agua y marinera.
Los santos de los negros, que son los santos del mundo
Porque todos somos ese negro que tapamos con
Nieve de hiel y nieve hilada en huso de hermana nube
Porque somos ese humus oscuro de la mano enojada
De un dios impuro como la estadística
Que nos ha dejado verborreicos, destruidos
Y sin la menor cabida para volver a plantar una semilla
Mamar de una teta agriada
Aspiración maternal de un planeta agonizante.
Gabriela duerme
marejada incólume
gabriella grita
marejada en la ingle
gabriella me pide que no tenga sexo con nadie
sé mi manantial mamá reclaman sus ojos
la piscina eterna
para esa cola de sirena en la ciudad
grita
el torrente loco
mar hablando
palabras
palabras
de pájaros cometas
palabras
gabriella es la última palabra del cuerpo.

Fotografía: Dirk Skiba
Traiciones
Cada puerta tiene una llave distinta. Este viernes, la mía lleva una llave virgen y negra
Entreveras los metales en una olla de fierro y me dices que el sueño
De ser una familia se ha quebrado
Cada cerradura es un viaje hacia un camino de desajustes
La eternidad no está demás
Ni las anomalías
Cada momento de esplendor es una candado abierto
A veces olvidamos la palabra que abre
Y lo menos inesperado, la llama escondida que nace del aposento oscuro del corazón
Lo inesperado que irrumpe por la espalda
Lo que te domina, es la nieve perturbadora
La pregunta incorrecta que te hace humano
Lo que te desata
Lo que te hace humano es la duda, el incumplimiento, el dar la espalda a los amigos
El número con el que compras un mercachiflero corazón de condominio
Las monedas que alcanzan para esa llave
Ábres el corazón y llega el olvido como una luz.
Chifa nación
Una pequeña casa de la cultura,
con sabor multivitamínico
El asesino de verduras, da una vuelta de tuerca a los espacios con sus machetes.
Ha recorrido, disfrutado, odiado.
Para dar de comer, hay que provocar hambre.
La calle es maestra del sabor.
Camino y luego existo.
Deambulo por jirones de ciudades,
donde he celebrado mi cumpleaños,
siento.
No puedo imaginar mi existencia sin un chifa;
es una nave que se visita con frecuencia,
hay algo
entre familiar y cobijante,
una caja de galletas
con sorpresas.
En inglés le llaman Chinatown
y nosotros decimos con elegancia, el barrio chino:
es un espacio donde reconstruir la bonanza en una olla,
hacer contrabando, jugar,
escupir;
masturbarnos o besar a un amante;
comprar baratijas o sobarle la panza a Buda, incluso,
comprar ropa interior de imitación
Calvin Klein;
podemos tener vergüenza de nosotros mismos
o pegar posters de Keanu Reeves en los baños.
Esos andamios nos sitúan en la categoría de ciudadanos; ahí,
coexistimos con la acusación de come-perros. Ahí
no hay etiqueta ni orden de cubiertos
para el disfrute de las papilas gustativas
porque en la boca,
comienza donde, todo lo demás, termina.
El valor de un plato en un chifa, aumenta,
acuerde a la ubicación del restaurante en cuestión,
mas no
de la pericia del cocinero,
ni de los ingredientes,
ni de la decoración de color roja y dorada
o de la autenticidad de los dueños.
Los platos repetitivos, chaufa, sopa wan tan,
en Perú, no se dice chop suey, se dice saltau,
saltau de verduras, chancho, pollo,
gallina, camarones, langostinos,
champignones, con cashew, sin cashew,
con ton ku, sin ton ku,
con tau si
sin tausi.
El paladar, divino órgano, demuestra con intensidad que estamos vivos,
es uno de los pocos medidores
que no se deja engañar por propaganditas
y novedades afrodisíacas.
Si se junta el hambre con el gusto, ¡uy!,
¡sálvese quien pueda!
Ni una canción de amor
o Smells like teen spirit2
nos liberará.
El sabor sembrado en un niño,
no se cambiaría, por nada.
La comida
es una de ellas. Pero,
más que la comida,
es la parafernalia.
El chifa que nos enamoró por primera vez la lengua,
es la imperfección;
esos mozos, enjutos, amarillentos o esas ninfas con piel rosada,
observan cómo movemos la saliva.
La vista, el oído se subordinan a los efectos del plato.
Algo que una vez nos atrajo de un chifa en Lima,
nos hace volver y volver.
Pudo ser la cercanía de la casa, el dueño, la dueña,
les dueñes —incluidas, mascotas—,
los olores, la ubicación de las plantas, la propaganda de Inca kola.
Sin fecha determinada, el maneki-neko,
que en realidad parece un gato japonés, lo que sea.
¿Quién no tiene un chifa de su preferencia?
Ciudadano de la nación chifa, tarea de olor y de sombra,
convocar, evocar o asociar algún acontecimiento
[personal o cultural,
con la visita a un chifa predilecto.
Nos convertimos en cocineros, antropófagos de ingredientes desconocidos,
con los ojos, las palabras, el estómago, las vísceras.
La memoria hace que otro se enamore de lo que nosotros
nos hemos enamorado alguna vez que otro se
impresione con un ángel crocante salido del wok.
Sigo sentada en la mesa central de un chifa, olvidado en Lince.
La pared está sucia, el suelo no está muy pulcro, sale una mujer mestiza,
regordeta como pocas —podría apostar que se come las sobras—,
trae un plato humeante con taufu.
Cambiaré los muebles; iré a Vietnam y trataré de memorizar
poemas de Juan Ramón Jiménez, pero nadie
podrá darme la contraria de que esa mezcla de siyau
y pimienta embadurnada, el pac choy y el enrollado
de pollo, es la piedra angular y genitiva de la creación
de una bandera hecha con cáscaras de naranja y
kion.
—Keanu, my love,
have you ever tried chinese-peruvian food?

Fotografía de la autora
Orfeo chino
A Enrique Verástegui… el día después
En las puntas de su cabello ensortijado
Han crecido lagartijas
Y sus ojos almendrados
Lloran ríos de ternura
En las barcas de algodón
La marea se sustrae
Y en los limbos de alquitrán
Sutra y mudra perfeccionan a la madre
Madre de agua
Voz de unicornio / grito cuadrado
En su contemplación del hambre
el planeta en guerra se hace rojo
la luna se complace
en su espera mortecina /
Para su olfato de estudiante
El semen se ha secado
Los albores de los reyes
Se convierten en migajas
Y las sílabas elocuentes se disparan.
Hoy oriente se ha caído
Como arnés de porcelana
Los amantes enronquecen
Con el dedo hurgando la llaga
En medio de ese espasmo campesino
Vuela luz hacia un Fiat pretencioso
Ay, este gris de araña
Ay este gris Cañete
este gris que cubre la maniobra
arre, arre pentagrama
máscara negra para un hombre transparente
llora el dátil pintado de carbón
de cañaveral/raíz amarilla de navegante
canturreando el susurro del destierro
…
¿Cómo nombrar el amor después de tantas equis?
Desentonados, no sabemos solfear la muerte del verano.

Fotografía: Yayo López
Julia Wong se presenta...
Nací en la misma cama que nacieron mi hermano y mi hermana en Chepén- Perú, en 1965. A los tres nos trajo al mundo una partera que se llamaba Teresa y tenía ojos azules. Después de mí, dicen que tiraron el catre a la basura. He vivido en muchos lugares, países, regiones distintas, Islas, continentes. Tengo serios problemas con el sentido de pertenencia. De todos los países me encantaron Hong Kong, Alemania y Argentina, pero en Perú siempre hay algo que amar con una exigencia que ningún otro páramo te exige. Publiqué varios libros desde que tengo 23 años más o menos. Tenía necesidad de dejar escritas esas pequeñas iluminaciones a través del lenguaje. Esa necesidad de letra, imprenta y libro objeto, vienen de un amor patológico por los libros heredado de mi padre. Entre mis libros de poemas, están “Historia de una gorda” (1992); Los últimos Blues de Buddha (2000); Iguazú (2004); Ladrón de Codornices (2005); Un salmón ciego (2006) y La desmineralización de los árboles (2013). También me dediqué a confeccionar novelitas pequeñas como si fueran disfraces y resultaron los libros de narrativa “Bocetos para un cuadro de familia “(2004); “Margarita no quiere crecer” (2007); “Lectura de manos en Lisboa” (2009); Doble Felicidad (2010) y “Los papeles Rotos” (2014-2015). En los noventa gané un premio, los Juegos florales de poesía de la Universidad de Lima. Eso me hizo creer que ser poeta era lo único que me haría feliz en la vida. Hace 10 años empecé a organizar festivales de poesía entre Perú, Argentina y México. Me gusta la gestión cultural y eso me ayuda a entender muchas cosas perversas del mundo que trato de organizar a través de la poesía, escribo porque no se hacer otra cosa mejor y viajo con la convicción que es una tarea ineludible para mi existencia.